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El doble origen de la colección

El catálogo del patrimonio artístico de la fundación está formado por más de dos mil objetos entre obras de arte y de las artes decorativas. Sin duda, el conjunto más valioso es la colección de arte, que tiene relevancia por sí misma, independientemente del contexto en que se exhiba. Cuando hablamos de la colección de arte de la fundación nos referimos a todas las obras que formaban parte de la colección de Julio Muñoz Ramonet que el empresario legó a Barcelona. El cruce de datos de diferentes fuentes permitió elaborar un inventario de las obras que constituían la colección, que, además de las entregadas en el momento de recuperar la finca de Muntaner, identificaba las que no se encontraban.

Para entender la composición de esta colección debemos remontarnos a un doble origen: la colección Bosch i Catarineu, por un lado, y las adquisiciones posteriores que haría Muñoz Ramonet, por el otro.

Ròmul Bosch i Catarineu (1889?-1936) pertenecía a una familia integrada en las élites políticas y económicas de Barcelona. A principios del siglo XX, el empresario se convirtió en socio y presidente del conglomerado de empresas textiles catalanas Unión Industrial Algodonera, SA (UIASA). Su pasión por el coleccionismo le permitió reunir una extensa cantidad de piezas de arqueología y obras de arte, y llegó a tener una de las colecciones más destacadas de Cataluña. En un artículo de la época, Joaquim Folch i Torres la describe dividiéndola en cinco grandes grupos: pintura románica y gótica catalana; vidrios de excavación y antigüedades ibicencas; pintura barroca española, flamenca y francesa; pintura contemporánea catalana; y miniaturas.

En 1934, en plena crisis del sector textil, Bosch i Catarineu se vio obligado a pedir un préstamo al Instituto Contra el Paro Forzoso (ICAF, por sus siglas en catalán), de la Generalitat de Catalunya, con el objetivo de salvar su empresa. Como garantía ofreció la colección de artes, que serían depositadas en diferentes museos de Barcelona. Cuando en la década de 1940 Julio Muñoz Ramonet compró UIASA, se convirtió, sin saberlo, en el nuevo propietario de la colección de arte del ya difunto Ròmul Bosch i Catarineu. Una vez liquidada la deuda que la empresa todavía tenía vigente con el ICAF, en 1950 se devolvió parcialmente la colección Bosch i Catarineu a su nuevo propietario. En una operación de ejecución del aval que en la negociación excluía parte de la colección de arte y los objetos arqueológicos por completo, de los 2.619 objetos que formaban inicialmente el depósito, se acabaron entregando a Muñoz un total de 1.564. El conglomerado de obras devueltas son parte integrante de la colección de a

Un patrimonio de valor incalculable

La relación de artistas de gran prestigio incluidos en el inventario de la colección Bosch i Catarineu es impresionante: Lluís Borrassà, Pere Serra, Marià Fortuny, Eugenio Lucas, Francisco de Goya, Luis Paret y Alcázar, el Greco, Hermen Anglada Camarasa, Ramon Martí i Alsina, Joaquín Sorolla, Francisco Bayeu, Juan Carreño de Miranda, Antoni Viladomat, Anton Raphael Mengs, Franz Xaver Winterhalter, Juan Pantoja de la Cruz, Alonso Sánchez Coello, Giovanni Battista Tiepolo, José de Ribera, Isidre Nonell, Rembrandt, Bartolomé Esteban Murillo, Francisco de Zurbarán o Claude Monet, entre otros. Por mencionar algunas obras, hablamos de tablas góticas como el retablo de la Virgen de la Leche de Gonçal Peris i Sarrià (documentado entre 1380-1451) o las tablas de Pere Serra (documentadas entre 1357-1406), que formaban parte del retablo mayor de la iglesia parroquial de Cubells, en Lérida, dedicado a san Pedro; o lienzos del barroco español como el retrato del cardenal Sabas Milini, obra de Juan Carreño de Miranda (1614-1685); o cuadros del Renacimiento, como La Anunciación del Greco (1541-1614), y del romanticismo, como La Aparición de la Virgen del Pilar, de Francisco de Goya (1746-1828).
Cuando a mediados del siglo XX se convirtió en el nuevo propietario de la colección, Julio Muñoz Ramonet vio en este conjunto un símbolo de prestigio social. Además de conservarla prácticamente inalterada, decidió ampliar el conjunto con nuevas adquisiciones. Las incorporaciones que hizo se pueden dividir en tres bloques.

Un primer bloque estaría caracterizado por el intento de establecer una línea “continuista” de lo anterior. En este sentido, Muñoz incorporó a la colección tablas medievales como el retablo de santa Catalina de Mateu Ortoneda (documentado entre 1391-1433) y varias pinturas de los siglos XVII, XVIII y XIX, principalmente, como la serie de cinco óleos del barroco catalán, obra de Antoni Viladomat (1678-1755), que representan escenas de la historia de José en Egipto.

En los años setenta del siglo XX se produjo un punto de inflexión en el que las nuevas incorporaciones en la colección pasarían posiblemente a responder más a una motivación de carácter especulativo que a la faceta de coleccionista de Muñoz. En esta nueva etapa, guiado por su gusto personal, que no por el asesoramiento de un experto, Muñoz Ramonet se centró en la compra masiva de obras de artistas figurativos contemporáneos como Arcadi Orpí, Félix Revello de Toro o Jordi Curós, de quien destacan en la colección dos autorretratos extraordinarios de 1949 y de 1950.

Finalmente, habría un tercer bloque formado por los dos ciclos de pinturas murales de época moderna que decoran estancias de la casa principal y las esculturas del jardín. Nos referimos aquí a las pinturas de Ernest Santasusagna Santacreu (1900-1964), de la sala goyesca, y las pinturas obra del valenciano Ramón Stolz Viciano (1903-1958), del comedor, ambos artistas con currículums localmente reconocidos que en ese momento atrajeron la atención de Muñoz; así como las esculturas de los artistas Josep Dunyach i Sala (1886-1957), Josep Cañas i Cañas (1905-2001) y Vicenç Navarro Romero (1888-1979), que todavía encontramos en el jardín.

En busca de las obras desaparecidas

De los años que la colección perteneció a Julio Muñoz Ramonet se sabe muy poco y la documentación es dispersa; de ahí la gran labor de investigación de muchos especialistas y profesionales, tras las cámaras, para hacer aflorar todas las obras que han desaparecido.
Desde el momento en que la fundación constató la práctica desaparición del volumen más importante de las obras, se está luchando por reunificar la colección que Julio Muñoz Ramonet legó a la ciudad de Barcelona. Aun así, todavía queda mucho para poder recuperar todos los registros inscritos en los inventarios.

Entre las piezas rescatadas, todavía en depósito judicial, hay tablas góticas, obras de las escuelas españolas del Renacimiento y del barroco, pintura catalana del siglo XIX y obras de algunos de los grandes maestros mencionados.

Lamentablemente, un número considerable de obras todavía no se ha podido localizar. Según el informe pericial elaborado por el Área de Patrimonio del Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), más de 380 pinturas, dibujos y esculturas de gran valor artístico permanecen aún en paradero desconocido.